A la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA).
Por Pedro Raúl Noro
Secretario de Comunicación de la Tupac
La renuncia de Milagro Sala y la Tupac a seguir participando en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), se convirtió en una noticia de primer orden y adquirió una inusitada difusión pública. Eso no es nuevo. Lo novedoso son las razones que esgrimió la dirigente para ese alejamiento, entre las cuales hay una en particular que es muy interesante: la dialéctica entre la lógica de la “política visceral” –y su relación con la ambición de poder-, y la “lógica de los afectos”. La otra, el fracaso de la Tupac en conseguir la unidad de la Central, ahora dolorosamente dividida.
Aclararemos que, quien esto escribe, no objeta la conquista democrática del poder ni, menos aún, el juego de la política. Sin embargo, aquí se intentará explicar la necesidad de atender, en el campo electoral, la existencia de otros tipos de conductas válidas posibles, que respeten algunos principios generales de relación entre los contendientes.
La lógica de los afectos, hace referencia al reconocimiento emocional del otro que, siendo distinto, en cuanto ser humano padece los mismos condicionamientos, limitaciones y obstáculos genéricos para asumir la plenitud de la existencia. En tal sentido, recuerdo una práctica de los hermanos coyas, a través de la cual, después de cada ceremonia colectiva, asumen un recurso sencillo, pero existencialmente significativo: se saludan y abrazan con quién se encuentra al lado; entonces uno dice “Yo soy tú” y el otro le contesta “Tú eres yo”.
En ese simple ritual se encuentra manifiesta la regla de oro de la convivencia, en cualquier lugar del mundo, que nos recuerda: “no hagas al otro lo que no quisieras que te hagan a ti”.
Pero en los comicios de la CTA, las cosas fueron distintas. Los circunstanciales adversarios (estrechos compañeros de un misma lucha durante décadas) y con similar plataforma ideológica se convirtieron, de pronto, en enemigos irreconciliables. No voy a referirme aquí a las descalificaciones cruzadas, que fueron muchas; pero fue algo notable que, detrás de la reivindicación de análogas banderas se presentara a los rivales como “traidores”, ya sea por haber reconocido, unos, determinadas políticas del gobierno -surgidas de las entrañas de la CTA- u, opuestamente por declarar, otros, al gobierno, como un enemigo público.
De tal forma, la simpatía o el rechazo visceral al gobierno se convirtieron en el argumento central de la campaña. Dicho de otra manera, mientras los contendientes se desangraban en vejámenes, reproches, broncas y diatribas por algo externo a ellos mismos, se olvidaron de atender las necesidades reales de la base social de la CTA, la que, como respuesta, se negó a participar activamente en el comicio. La respuesta a una campaña altamente coercitiva fue solamente del 16 por ciento del padrón de los trabajadores afiliados. En la Tupac, en cambio, votó el 40 por ciento de sus adherentes favoreciendo a una y otra lista, según la decisión que se tomó en cada una de las provincias.
Paralelamente, la Tupac –con todos sus aciertos y errores- siguió intentando, infructuosamente, la aproximación entre las partes sea en una lista única provisoria a partir de un honroso acuerdo, sea en una representación proporcional al fin del comicio u otras posibilidades de integración, pero fracasó; y ese fracaso fue también el fracaso de una Central y de un modo de militancia donde los factores externos se convirtieron en la clave de bóveda de un desgarramiento lamentable y no querido.
¡De todas maneras, gracias compañeros por las enseñanzas de otras épocas más solidarias y recíprocas! Les deseamos un futuro que responda a los planteos de una verdadera reconciliación interna y esperamos que, en definitiva Hugo Yasqui y Pablo Micheli, como muchos otros amigos enfrentados, se abracen, se miren a los ojos y se digan: “Yo soy tú” y “Tú eres yo…”
miércoles, 6 de octubre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
La dimensión espiritual de Silo, el infatigable constructor argentino de la Paz.
La dimensión espiritual de Silo es inagotable y su muerte en Mendoza, hace unos días, nos deja a los argentinos y a todos los que lo conocieron, una enseñanza cuyo horizonte, impredecible y vasto, es difícil de mensurar. Esta frase, dicha así en estos tiempos históricos tan intrincados y banales, parece la opinión de alguien que opina cualquier cosa sobre cualquier persona; pero este hombre, Silo, no tenia nada que ver con lo mediático, ni era un personaje conocido de la coyuntura política, económica, literaria, de la farándula o del espectáculo.
Tratando de develar la trascendencia, me consta que era un cuidadoso lector. Había estudiado a Ortega y Gasset, Edmund Husserl, Mircea Eliade, Nietzsche, Sartre y Hegel. Por supuesto, conocía muy bien, y entre muchos otros, a Marx, Darwin, C. G. Jung, Freud –a quién le objetaba la noción del inconciente-, Wolfang Kohler, Heidegger, Heisenberg, Kandinsky. Todos ellos, abonaron el terreno para una magna obra: intentar convertirse en una suerte de guía luminoso de los caminos internos.
La conciencia, para Silo, era un fenómeno abierto, cuyos vericuetos, incluyendo los más íntimos, reprimidos o alejados de lo racional, podían develarse a quién supiera encontrar la llave, con paciencia y sereno esfuerzo, para decodificar sus manifestaciones. La mente, en tanto, era una suerte de ámbito mayor, el océano infinito dentro del cual la conciencia y el mundo desarrollaban su acción cotidiana.
Desde esta perspectiva, su original enseñanza liberadora tiene puntos de contacto con el Budismo, aunque no desdeña aportes de los Sufìes, de la Alquimia de los Alejandrinos y Neoalejandrinos o de la Philokalia de los monjes del Monte Athos.
Inquieto escrutador de la espiritualidad de las culturas precolombinas, en distintas oportunidades se refirió al mito mesoamericano del Quetzalcoatl, el hombre-serpiente convertido en dios, como también al gran Pachakuti, el renovador del estado Inca, quién humanizó el colectivo social de ese imperio, según se explica en el texto “El humanismo en las distintas culturas” del intelectual ruso Semenov. Por otra parte, el Aconcagua como majestuoso y simbólico protector andino -y de la madre naturaleza- de la localidad de Punta de Vacas, donde Silo comenzó su misión, es una constante referencia en su obra.
Heredero de Gandhi y Martin Luther King, fue el creador, sucesivamente, del Movimiento Humanista y de organismos como el partido Humanista, la Comunidad para el Desarrollo Humano, Convergencia de las Culturas y otras asociaciones. El Mensaje de Silo, es la síntesis de su doctrina dirigida hacia un fin: Humanizar la Tierra, es decir, descubrir el sentido del hombre en el mundo.
Optimista profundo y de una curiosidad notable, en los últimos tiempos y como un verdadero Prometeo, puso en práctica lo que él llamó “talleres del fuego”: interesado en estudiar el salto de conciencia que iluminó a los homínidos y los convirtió en sapiens sapiens, ideó distintos experimentos para producir y controlar el fuego a partir de ámbitos primitivos, en elementales condiciones de origen, y de esta manera observar y entender el esfuerzo, el funcionamiento de la psiquis puesta en tal tarea hace 40 o 50 mil años atrás.
Las preguntas eran: ¿Cómo hizo el hombre para descubrir la tecnología destinada a producir y controlar el fuego? ¿Cómo y de dónde surgió esa intencionalidad transformadora del entorno y de sí mismo y cuales fueron sus efectos? ¿ Cómo se produjo la evolución y el salto de conciencia? Porque, en definitiva, la lucha del hombre esta orientada a la superación del dolor y el sufrimiento, es decir, hacia el intento por transformar las condiciones -cualquiera que ellas fuesen-, que limitan su existencia tèmporo-espacial.
Muy poco antes de la muerte física de Silo, mi hija María Guillermina, un ser sensible y receptivo me cuenta, conmocionada, que tuvo una intuición notable. Soñó que éste, en una reunión de amigos, flaco, debilitado y demacrado cayó al suelo; todos corrieron a auxiliarlo, pero entonces Silo los contuvo con un ademán mientras les decía: “–no, a mi no, cuiden la obra, cuiden la obra…!”
Extraordinaria premonición que me hizo acordar a la parte final del Zarathustra de Nietzsche, cuando éste, sentado en una piedra, inquieto y meditabundo se preguntaba “–cual es el ultimo pecado del hombre Superior?” Entonces y de pronto, dice el poema, se le iluminó el semblante y se dijo: “- La Autocompasión..! Acaso aspiro yo al lamento de mi autocompasión? No ! –se respondió con firmeza: Yo aspiro a mi Obra !!!”
En todas las culturas se manifestaron seres especiales que supieron ahondar, comprender la problemática de los tiempos más oscuros y plantear con claridad la huella de un futuro abierto y luminoso. Silo era uno de ellos; se reivindicaba como perteneciente no a un país, etnia o clase determinada, sino a esos hombres cuya misión era velar por el destino de la especie humana en toda su dimensión y misterio.
Su prédica por la Paz comenzó cuando tenía 30 años, el 4 de Mayo de 1969, en Punta de Vacas, a los pies del Aconcagua, con una arenga conocida como la Curación del Sufrimiento. Era el comienzo de la maravillosa década del 70, con la renovación generacional, el Mayo de París y las ansias colectivas de transformar el mundo. El desarrollo de sus ideas -combatido por los regímenes militares desde Onganía hasta el Proceso Militar- se extendió luego a todos los continentes.
En el año 1993, recibió el doctorado Honoris Causa de la Academia de Ciencias de Rusia; poco tiempo antes, había sido designado “Maestro” por la Shanga Budista de Sri Lanka, al sur de la India.
La última vez que se presentó en público fue en el 11 de Noviembre del año pasado, en Alemania, donde disertó ante la Cumbre de los Premios Nóbel de la Paz, cuando la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, de la asociación “Mundo Sin Guerras” (también nacida a partir de su inspiración) llegó a Berlín después de recorrer distintos continentes.
Cabe mencionar que esa marcha, épica, comenzó en Nueva Zelanda, recorrió cinco continentes y culminó su recorrido en Punta de Vacas, al pié del Aconcagua, en plena cordillera de los Andes, donde Silo la recibió con los brazos abiertos, allí donde construyó uno de los tantos Parque de Reflexión que se encuentran diseminados por el mundo.
*Pedro Raúl Noro- Secretario de Comunicación de la Organización Barrial Tupac Amaru
domingo, 22 de agosto de 2010
Sobre espiritualidad, política y violencia.
-Por Pedro Raúl Noro - Periodista, secretario de Comunicación de la Organización Barrial Tupac Amaru.
La Tupac Amaru no es una organización violenta. Es una agrupación de desocupados que exige la satisfacción de necesidades básicas insatisfechas. La calificación de violenta es un prejuicio intencionalmente negativo.
Muchos periodistas insisten en preguntar a Milagro Sala si la Organización Barrial Tupac Amaru es violenta y, además, indagan sobre su relación con los Kirchner, partiendo del falso supuesto de que se trata de una agrupación peligrosa que ejecuta determinadas operaciones del poder político nacional.
Tal juicio previo se da en el marco de la conflictiva relación entre el gobierno, la oposición y algunos sectores empresarios y mediáticos y, obviamente, quien pregunta se encuentra también teñido por esa dialéctica confrontativa. Por lo tanto, la intención parece orientada a que la opinión pública se incline en contra de la organización social.
En una interesante nota sobre la “guerra de las elites” publicada por La Nación en su tapa del jueves 12 de agosto, el sociólogo Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, esclarece este tema al reflexionar sobre la disputa por el poder en la argentina actual.
En primer lugar, Fidanza asegura que hoy en el país no existe la violencia setentista de otrora, lo que considera un logro y un avance histórico notable. Afirma que hoy, cuanto mucho, existe la “intolerancia”, cuya característica es desechar el reconocimiento de “los intereses y puntos de vista” del rival.
El sociólogo tiene razón: la Tupac Amaru no es una organización violenta. En realidad, se trata de una agrupación de desocupados que exige la satisfacción de necesidades básicas insatisfechas, dentro de la democracia y en el marco de la “lucha social” con todo lo que ello implica. Por lo tanto, tal calificación de violenta es un supuesto o prejuicio intencionalmente negativo.
En segundo lugar, la disputa del poder político es un juego de “intolerancias” que no necesariamente se corresponde con los intereses de la Tupac y que están orientados a un desarrollo social integrado dentro de un tipo de espiritualidad propia de los pueblos originarios. Quien intenta encorsetar a la organización en el contexto de la confrontación política, desconoce la matriz de una construcción social vinculada con la cultura andina, que pretende una valoración existencial y colectiva del ser humano al que reconoce como algo primario y pondera el “Mecanismo de Reciprocidad”, que tan bien estudiaron los antropólogos.
Es más, en la Tupac y entre otras, se celebran varias fiestas anuales obligatorias propias de la América profunda, cada una de ellas con su ceremonia: el Inti Raymi, el 21 de junio; la Pachamama en el mes de agosto; el Carnaval, en febrero, entendido como fiesta de los frutos, y la Celebración del agua, el 21 de marzo.
Milagro Sala dijo muchas veces que es “agradecida” hacia un gobierno que destina parte del presupuesto a que los desocupados, organizados en cooperativas, pudieran demostrar que saben manejar fondos. Con tal acción, los Kirchner impulsaron la autoestima de argentinos que superaron la indigencia y recuperaron la dignidad de la cultura del trabajo, aparte de instalar la Asignación Universal por Hijo junto a la obligación de ir a la escuela.
Y si bien esa era una deuda pendiente del estado, tal obligación no fue aplicada por otras administraciones que, por el contrario, limitaron la educación, rebajaron sueldos y jubilaciones y dejaron en la calle a millones de personas, sin trabajo, extendiendo un manto de miseria y degradación social. Entonces ¿cómo no ser recíproco y agradecido? De hecho, la Tupac ha rescatado del abismo social a decenas de miles de compañeros y eso “no tiene precio” como dice el refrán popular.
Es cierto: al gobierno de los Kirchner le falta mucho, tienen varias materias pendientes: la eliminación total de la pobreza, la eficaz protección del medio ambiente (cuidado de la madre tierra), la modificación de la Ley de Entidades Financieras, la reparación histórica que exigen los indígenas, etcétera. Pero comenzaron una tarea que más allá de la lucha por el poder político y, desde cierta perspectiva, merece ser reconocida por quienes fueron beneficiados lo cual, además, es un síntoma de buena educación.
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